Para
muchos el cine es esa esfera mágica donde existe otro mundo lleno de realidades
utópicas, animaciones, amor sin fronteras y sobre todo magia, mucha magia. La
proyección de imágenes de la llegada de un tren, la salida de obreros de una
fábrica y un barco partiendo de un puerto, por parte de hermanos Lumière tuvieron
gran éxito en aquél tiempo donde estas imágenes todavía no eran consideradas
como cine.
Los
hermanos Lumière crearon más de 500 películas, pero no fueron solo ellos los
pioneros de lo que es ahora cine. George Méliès conocido por su película Viaje
a la luna (1902) fue uno de los primeros, que aplicó la técnica teatral y los
primeros efectos especiales filmados.
En esa
época las películas eran proyectadas en los grandes teatros, a los cuales
acudían cientos de personas para ver las películas que estos grandes pioneros
habían filmado.
Ahora
bien, hoy en día existe una disyuntiva entre los que van y no van al cine. Somos
muchos los que disfrutamos ver una buena película en un salón gigante, con
asientos acolchados, portavasos y escaleras que casi nadie ve en la oscuridad;
pero también están aquellos que disfrutan ver una buena película en casa en
compañía o simplemente en soledad.
Hay quienes dicen que
ver una película en casa no es exclusivo de un cinéfilo, que no eres cinéfilo
si no ves películas en el cine. Pero la magia del cine va más allá
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